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Flexibilidad emocional

Qué hermoso es vivir algo por primera vez. Hace poco volví de un viaje que hice con colegas y gente amiga de diferentes partes del país y del mundo. En ese encuentro, mientras reavivaba amistades y conocía gente nueva, me maravilló estar presente “la primera vez que…” alguien hizo algo: conoció el mar y se metió en él, o salió del país, o se subió a un avión. También es bello tener la experiencia de ver una gran película por primera vez y maravillarse. Así me dijeron cuando vi la serie Avatar hace poco tiempo: “qué lindo poder vivir todo eso de nuevo, pero por primera vez”. Por cierto, te la recomiendo muchísimo.


Pensaba en eso cuando leí el título que iba a llevar este texto: “Desde no ser duro como una piedra a la sublimación”.

Sublimación: ir del estado sólido al gaseoso sin pasar por la fase líquida antes, como el hielo seco.


Decime si no es un flash la primera vez que viste la magia del vaso con agua sacando humito del hielo seco, ¡faah! Esa sí es una transformación diferente a la del hielo de nuestro freezer: sólido, líquido, gaseoso.


Por lo que vemos, no hay una sola forma para transformarnos, o para incorporar o cambiar algo que queremos.


En la docencia y el aprendizaje, muchas veces —para una mejor didáctica— se dividen los conceptos y reciben denominaciones diferentes. Como cuando en nuestros entrenamientos hablamos de los planos o cuerpos que nos componen. Somos materia física y materia de energía más sutil: emociones y pensamientos. A veces nos conduce uno más que otro; otras veces, se enmaraña todo. Pero siempre en esa interacción algo se aprende y, sin duda, nos transforma.


Cuando entrenamos técnicas corporales que desarrollan flexibilidad, no estamos sólo limitándonos a los músculos o a las articulaciones. Cuando sostenemos un ritmo en la respiración, poniendo en jaque nuestro instinto —o, en este caso, el centro respiratorio involuntario en el tallo cerebral—, estamos maniobrando con las emociones.


Conocer estas herramientas nos brinda información y nos lleva al autoconocimiento. Al entrenarlas, contamos con estos recursos para actuar cada vez de forma más consciente y menos condicionada. O, por lo menos, que los condicionamientos no buscados no nos manejen como si fuéramos títeres.


Hay veces que, sin darnos cuenta, nuestra forma de actuar viene regida por el plano emocional. Si un día estamos con las emociones más alborotadas, es probable que parte de nuestras acciones y pensamientos tengan sus raíces en esa emoción, o estén influenciadas por ella.


Una opción para evitar esto es que nuestro emocional sea rígido, duro a la fuerza: comprimir las emociones y no dejar que nada altere ese orden. Pero, como todo lo rígido, será más propenso a romperse bajo presión.


Otra propuesta es trabajar diferentes formas de actuar para generar estabilidad emocional sin represión, tornando la más flexible ante diferentes estados emocionales que nos afecten.


Esto es apenas la puntita de un gran iceberg de hielo seco.

 
 
 

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