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El fondo de la laguna

En el fondo de la laguna que abastecía de agua a la aldea Vajrakutir, había un diamante. Dos hombres decidieron buscar la valiosa gema observando desde la superficie. La cara norte de la laguna era azotada por vientos que encrespaban la superficie del agua. Del otro lado, en la cara sur, las montañas la protegían del viento y la superficie era serena. Así, el hombre que intentó ver el fondo de la laguna desde el norte no vio nada, pues había una barrera de turbulencia entre él y la piedra preciosa. Pero el que la observó desde el sur logró ver el fondo de la laguna y el tesoro que allí se encontraba.

Fragmento del libro Meditação e Autoconhecimento del Profesor DeRose.

Nuestra mente está todo el tiempo activa, con pensamientos conscientes e inconscientes. Es muy difícil dejar de pensar, hacer que se aquiete. Los pensamientos, algunas veces, son simplemente ruido o dispersiones. Al entrenar la concentración, logramos aquietar los pensamientos, apartar las dispersiones y ganar más claridad.

Sobre la parábola de la laguna, explica DeRose: La laguna es la mente. La superficie agitada es la turbulencia de las ondas mentales. La superficie serena corresponde a la supresión de la inestabilidad de la consciencia. Practicando meditación, nuestro objetivo es detener la mente y permitir que la consciencia fluya por otro canal: el del conocimiento directo o intuición. Al aquietar las ondas mentales, podemos ver el diamante en el fondo de nosotros mismos, es decir, alcanzar el autoconocimiento.


En varios entrenamientos me han dicho —y ahora yo también lo digo— que nuestro cerebro es como un niñx: siempre quiere jugar, tiene curiosidad, va de un lado a otro. Entrenar la concentración es llevar a esa criatura a un kiosco y decirle que elija una sola cosa de todo lo que hay.


Concentrarse es elegir un pensamiento y quedarse con él, dejando que el resto siga su curso. No es obvio, no es fácil.

Imaginate: chocolate o galletitas, salado o dulce, caramelo o chupetín. Pero con tus pensamientos.

De nuevo: no es fácil. Pero se entrena, y con el tiempo, a veces será más fácil; otras, difícil; y después, fácil otra vez. Lo que más importa es el hábito: la constancia de entrenar esta capacidad.


Aquí te dejo un entrenamiento para que lo pongas en práctica

Entrenamiento:

Sentate en una posición que te resulte cómoda. Intentá que tu columna quede erguida, invitando al estado de vigilia y concentración. Luego vas a cerrar los ojos e imaginar que, frente a vos, hay dos columnas de números: una tiene el número 0 y la otra el 108.

El entrenamiento consiste en sumar uno a la primera y restar uno a la segunda, hasta que se hayan invertido esos números iniciales. Es decir, que la columna del 0 llegue hasta el 108 y viceversa. Volvé a empezar cada vez que sientas que te dispersaste.

 
 
 

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