Hace unos diez años publiqué un libro llamado Mudrá, arte y técnica del gesto. Un libro que a su vez llevó casi diez años de trabajo e investigación. Ese libro habla de los gestos hechos con las manos en el Yôga Antiguo o SwáSthya. El gesto más importante y también más conocido es Shiva mudrá, en el cual las manos adoptan la forma de un cuenco. Es un gesto muy simple pero de una fuerza incuestionable.
🤯 Años atrás me crucé con el libro La teoría de la bolsa de la ficción, de Ursula Kroeber Le Guin. Se trata de un libro pequeñito pero transformador, que considero tremendamente potente. La autora contrapone el relato del cuenco con el relato de la lanza, y cuenta cómo el relato de la lanza fue el que tomó nuestra narrativa. Dice Ursula: No estoy contando ese relato. Ya lo hemos oído, todos hemos oído todo sobre palos, lanzas y espadas, sobre las cosas para aplastar, pinchar y golpear (...), pero no hemos oído nada sobre la cosa para poner cosas dentro, sobre el recipiente para la cosa recibida. Eso es una nueva historia. Eso es noticia.
🔥 Y, sin embargo, antigua.
🐚En la primera parte de la práctica de SwáSthya, mudrá, las manos adoptan la forma de un cuenco. Gesto que predispone justamente a la receptividad, gesto que nos conecta con una filosofía de más de cinco mil años, pero que también nos narra en su silencio otro relato.
🔥Y ahí pienso en mis manos adoptando esos gestos y cómo en cada mudrá hay escondida, como si fuese una semilla, otra narrativa, tal vez no audible para los oídos pero que resuena en el cuerpo. La historia de un pueblo matriarcal, sensorial y desrepresor que vivió en el Valle del Indo alrededor del s.III a.C. Otro eco que no es el de la lanza, pero que busca hacerse oír en el momento de la práctica de SwáSthya y también en nuestras vidas.
Y así, cuando me acerco a mis manos, adoptando un mudrá, me aproximo como quien lee algunos poemas, sabiendo que entre líneas se esconden otras formas posibles de arrimarnos al mundo pero también de hacer mundo.
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