🚀 Cuando era chico me encontré con un libro de Isaac Asimov, autor sobre todo de narraciones de ciencia ficción, y sentí que me abrió la cabeza. Cuando lo terminé necesité consumir más de eso que me nutría con algo que, hasta ese momento, nunca había probado. Así empecé a leer a Bradbury, Huxley, Wells, literatura clásica que saciaba lo que se había despertado dentro de mí. Pero quería más, y leí todo libro de ciencia ficción al que pude acceder. Ahí me di cuenta de que no todos tenían el mismo efecto. Algunos usaban el género para explorar ideas y formas de pensar y entender lo que nos rodea, pero muchos parecían repetir la fórmula de libros anteriores, sin aportar nada nuevo o realmente interesante. En ese momento, para no desistir del género, comencé a elegir con más cuidado los autores y editoriales: un primer filtro, aunque imperfecto, de calidad. Así, cada vez que el cuerpo me pedía ese tipo de lecturas, priorizaba leer menos, pero de la mayor calidad posible.
🍇 En nuestras clases hablamos también sobre alimentación y uno de los conceptos claves es la frugalidad. Consideramos como un cambio posible la reducción del consumo y buscar que lo que incorporamos sea de la mejor calidad posible. En la alimentación es fácil aplicarlo, pero me parece superinteresante llevarlo a otras áreas, por ejemplo, a lo que consumimos mentalmente. Qué leemos, qué series y películas vemos, cuáles sentimos que son más nutritivas y ricas y cuáles son solo de confort, como ese helado que cae tan bien en los momentos justos.
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