Nos resulta más familiar pensar la idea de entrenamiento aplicada al cuerpo: desarrollar fuerza, conciencia corporal, flexibilidad, que pensar en hacer todo eso con nuestras emociones o pensamientos.
De la misma manera que podemos trabajar un músculo y enseñarle a ser más flexible, más fuerte o incluso a estar más alerta para responder más rápido y mejor a ciertos estímulos, tenemos la capacidad de actuar sobre nuestras emociones y pensamientos, concientizándolos, flexibilizándolos y fortaleciéndolos; asociándonos a esos recursos en lugar de dejarnos llevar por sus impulsos.
Es sorprendente cómo a veces durante un entrenamiento el limitante no es la capacidad física sino la estructura emocional; nos aburrimos, nos da ansiedad o inquietud y la cabeza se activa y crea pensamientos y finalmente desistimos y probablemente no tenía nada que ver con nuestra capacidad corporal ni con nuestro entusiasmo original.
En la medida en que uno puede registrar esos procesos e intervenir en ellos mediante recursos concretos como la respiración o la mentalización, la permanencia en una técnica corporal se hace posible y no sólo se fortalecen nuestros músculos sino también nuestras capacidad de decidir conscientemente sobre nuestra estructura emocional y mental.
Algunos tips:
- Cuando durante la permanencia en una técnica corporal el principal obstáculo es emocional intervenir en la respiración incide de manera directa. Probar hacer una respiración nasal, lenta y abdominal estabiliza los ritmos biológicos y también las emociones.
- Cuando el obstáculo en la permanencia es el pensamiento es interesante reemplazarlo por otro que nos acompañe mejor en aquello que nos estamos proponiendo hacer. Puede ser por ejemplo en forma de mentalización, construyendo un molde mental de la técnica como queremos llegar a realizarla. De esta manera reemplazamos un pensamiento por otro.
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