Me gusta nadar, es silencioso, fresco, sistemático y al salir del agua está el mundo: la gente, las familias al borde de la pileta, el sol, las risas, las charlas.
Cuando nado, creo que por default, me remite de alguna manera al entrenamiento del DeROSE Method: percibir el cuerpo, volcar la atención hacia adentro, reconocer la respiración, los latidos del corazón y acomodar todos esos procesos en un ritmo sostenible, fluido.
Cuando el cuerpo ya marcha y se acomoda a la propuesta aparecen personajes más sutiles, como el pensamiento. En el silencio del agua y en la estabilidad de un movimiento continuo y parejo, el pensamiento aparece como encontrando un terreno fértil donde manifestarse. Puede ser que invada y unx pierda la cuenta del número de largos o que disminuya la noción de lo que se está haciendo o puede ser que uno lo encauce, como un recurso más con el cual se dispone: llevando la atención hacia aquella zona del cuerpo más solicitada, buscando realizar la técnica con más conciencia o estableciendo metas nuevas hacia dónde ir.
Al terminar los largos salgo y me siento al borde de la pileta. Todavía se siente el silencio que se percibe dentro del agua. Un silencio parecido al de practicar concentración o respiración. Un silencio palpable. Y progresivamente se empieza a interactuar con el entorno, tomar un mate que nos convidan, sentir el sol en la piel, sonreír al ver lxs niñxs jugando en el agua. Y con esa sensación renovada de haber recargado las baterías, volver a las pistas nuevamente. Sea cuales fueren.
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