“La libertad es nuestro bien más precioso. En el caso de tener que confrontarla con la disciplina, si esta violentase a aquella, opte por la libertad”. Célebre frase del Profesor DeRose.
Estas son lindas palabras para leer, masticar y rumiar un poco ¿Cómo pensamos a la libertad, cómo la ejercemos sin confundirla con libertinaje? ¿Y cómo vemos a la disciplina, cómo crecemos junto a ella sin pensar que nos cercena la libertad?
La libertad de ser, hacer y pensar, acompañada de amabilidad, puede ser un buen camino. Esa amabilidad aplicada en nuestro entorno y con quienes somos, usando la libertad para construirnos, para elegir qué queremos hacer y hacia dónde queremos ir. Pero para ser constantes en esa construcción necesitamos autodeterminación, esa disciplina propuesta por nosotrxs como motor para la realización.
Muchas veces, las palabras quedan cargadas con un tinte que no les es propio, sino con el que nos acostumbramos a tener sobre ellas, ya sea por el momento histórico, por el entorno social o cultural en el cual nos encontramos. A veces, la disciplina queda atada a una de estas tinturas. Pero, ¿y si cambiamos los lentes a través de los cuales las leemos? ¿Si empezamos a ver la disciplina como una elección, una determinación profunda para realizar lo que nos proponemos? Ya sea mejorar en algo, sostener un hábito, ser consistentes y no desistir frente a los desafíos o desalientos cuando queremos lograr algo. Combinando esta disciplina con amabilidad, con el cuidado y la libertad de decidir hasta dónde seguir o cuándo permitirnos cambiar. Incluso no castigarnos si un día no podemos sostener aquello que nos propusimos, más bien darnos margen, disfrutar de lo que dio origen a ese momentáneo desvío del plan original, para, al día siguiente, retomarlo sin demasiado rollo.
Te propongo ver la disciplina como aliada, como sostén para mantener el norte. Pero sabiendo que esa disciplina es elegida y que contamos con ella para desarrollarnos, para potenciarnos y construir hacia lo que queremos.
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